lunes, 25 de enero de 2010

“No alcanza con un sistema de cupo” Alda Facio, jurista y experta en temas de género y derechos humanos

Al hacer un balance de las tres décadas de la Convención de la ONU contra la discriminación de la mujer, la jurista costarricense advierte sobre la “discriminación indirecta” hacia las mujeres, que persiste en las sociedades latinoamericanas. Lo que se logró; lo que falta hacer.

Por Mariana Carbajal

Alda Facio es una de las mayores expertas en temas de género y derechos humanos de las mujeres.

Es imposible no fijar la vista en sus anteojos: tienen marco turquesa y patillas verde fluorescente. El cabello corto y gris plata, a fuerza de canas que no pretende disimular, es otro de sus sellos distintivos. Está claro que la jurista costarricense Alda Facio busca romper con los estereotipos de género. Y predica con el ejemplo. Pero tiene otras singularidades: es una de las mayores expertas en temas de género y derechos humanos de las mujeres a nivel regional e internacional, y conjuga una extensa trayectoria en el campo de la academia y del activismo en el movimiento de mujeres latinoamericano. En una entrevista con Página/12, Facio advirtió que aunque en los libros de texto escolares se hayan ido eliminando los roles estereotipados de mujeres y varones, todavía “en las cabezas de las maestras se siguen repitiendo”. Señaló que los medios de comunicación tendrían que “autocensurarse” y dejar de difundir “publicidades sexistas” y consideró que los diarios que incluyen avisos de prostitución “están favoreciendo a los explotadores sexuales y abusadores sexuales”. Además, hizo un balance de la aplicación en la región de la Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer, conocida por su sigla en inglés, Cedaw, de la que se acaban de cumplir tres décadas desde su adopción.

Facio es directora del Programa Mujer, Justicia y Género del Instituto Latinoamericano de la ONU para la Prevención del Delito (Ilanud), con sede en Costa Rica. Estuvo de visita en Buenos Aires, para participar del seminario “América Latina y El Caribe celebra los 30 años de la Cedaw”, que tuvo lugar en el Palacio San Martín, convocado por analizar los avances y desafíos en torno del tratado internacional más importante en materia de igualdad entre los géneros. Del encuentro participaron algunas de las más destacadas especialistas en la temática de la región (ver aparte).

–¿Qué balance hace de los 30 años de la Cedaw?

–Estamos avanzando muchísimo en la comprensión de lo que es la discriminación hacia las mujeres. Antiguamente se pensaba sólo en la discriminación directa: cuando las mujeres no podían estudiar tal carrera o no podían trabajar en determinado ámbito. En nuestra región no hay discriminación directa, prohibiciones concretas. Pero hemos visto que aun quitando las legislaciones y las políticas que imponen ese tipo de discriminación hacia las mujeres, persiste la discriminación indirecta, que es debida a la histórica desigualdad entre hombres y mujeres y a que los estándares en las políticas y leyes siguen siendo masculinos.

–¿Cómo se manifiesta?

–En la mayoría de los países estaba penalizado el adulterio para las mujeres, pero en el caso de los hombres, tenían que cometer concubinato escandaloso, tener una casa con una amante, pero no se castigaba el acto sexual en sí fuera del matrimonio. Ese tratamiento diferencial se eliminó. Pero los jueces y juezas interpretan en forma diferente el adulterio según quién lo cometió: en el caso de los hombres, se mantiene la idea de concubinato escandaloso; en cambio, si es una mujer, se considera que lo realizó con sólo pruebas circunstanciales. Otro ejemplo es la participación política: las mujeres tienen que hacer esfuerzos mucho más grandes para llegar a los mismos puestos y, una vez que llegan, se encuentran con que los hombres hacen arreglos políticos en los bares, jugando al golf, fuera del área del Congreso. Las mujeres, aunque tengan una empleada en su casa, tienen que administrar el hogar: se ha visto que las mujeres que están en cargos políticos no tienen la misma facilidad para ejercerlos que los hombres.

–¿Cómo se puede cambiar esa lógica?

–No se pueden lograr cambios con modificaciones compartimentadas. No alcanza con un sistema de cupo o cuotas para las mujeres. Si no se cambian los roles y los estereotipos en la educación, y esta división sexual del trabajo dentro del hogar, entonces la participación política de las mujeres tampoco se va a dar en igualdad de condiciones. La Cedaw habla de eso: en su artículo 5º la Convención obliga a los Estados a cambiar esos estereotipos, es decir, la idea que tienen las personas de lo que es correcto para un hombre y adecuado para una mujer. Y eso es lo que los Estados no han hecho todavía. En algunos se han cambiado los libros de texto con los que aprenden a leer los niños y niñas, en los que se mostraba al papá leyendo el periódico y a la mamá preparando tortillas. Ese tipo de roles tan divididos y diferentes se han ido eliminando de los libros de texto, pero en las cabezas de las maestras se siguen repitiendo. Entonces hay que redoblar esfuerzos. Los medios de comunicación contribuyen muchísimo al mantenimiento de esos estereotipos.

–¿Cómo podrían los medios de comunicación contribuir en la lucha contra la discriminación hacia las mujeres?

–Los medios de comunicación podrían autocensurarse y no tener una publicidad tan sexista como la que hay ahora. Creo que ha repuntado aún más la idea de usar una mujer para vender una batería de un auto, una computadora o cualquier objeto.

–La mayoría de los diarios ganan importantes sumas de dinero con avisos de servicios sexuales que encubren situaciones de trata de mujeres para explotación sexual e incluso de abuso sexual de menores de edad...

–Es un mal entendimiento de lo que son la libertad de expresión y de prensa, que son muy importantes. No estoy promoviendo la censura. Pero la libertad de prensa tiene que ir acompañada de la responsabilidad de informar correctamente, sin parcializarse a favor de un grupo. En el caso de los avisos de servicios sexuales simplemente favorecen a los explotadores y abusadores.

–¿Cuáles son los desafíos pendientes en cuanto al cumplimiento y la aplicación de la Cedaw?

–Uno de los restantes es que todavía falta más comprensión por parte de funcionarios y funcionarias, como de la sociedad civil, de lo que significa la igualdad y cómo sí se puede vivir en igualdad. Porque la gente muchas veces tiene miedo y cree que la igualdad significa tratar a las mujeres como si fueran hombres, y no se dan cuenta de que están partiendo de un estándar masculino. Si para tener libertad de tránsito tengo que comportarme como hombre, eso no es igualdad, eso es discriminación. Si yo tengo que cambiar mi esencia, mi forma de ser, para gozar de algún derecho, eso es discriminación. La eliminación de la discriminación exige trato diferente para personas que están en posiciones diferentes. Hay que entender que no importa tanto el trato, sino cuál es el resultado de ese trato, de esa ley, de esa política. Si una ley de cupo tiene como resultado que haya más mujeres en los puestos de decisión política, entonces es una buena política. Si no hubo cambios, hay que repensarla. Hay que entender la igualdad pensando que se trata de igualdad en el goce de los derechos.

–¿Cambió el concepto de igualdad desde que se pensó la Cedaw hasta la actualidad?

–Sí, mucho. Cuando comenzó a funcionar el Comité de la Cedaw se decía que la mujer con más educación, con más fortaleza podía llegar a gozar de todos los derechos. Se hablaba del avance de las mujeres. Ya usar esa palabra, avance, le está diciendo que usted es la que está retrasada y tiene que avanzar. Ahora, en cambio, se señala que los Estados tienen una responsabilidad en buscar eliminar todas aquellas formas de discriminación que persisten y también tomar medidas para moverse en la dirección de la igualdad.

–¿Cuáles son los delitos que afectan en mayor medida a las mujeres en la región?

–Todos los que tienen que ver con la violencia sexual, que van desde la violación hasta los piropos en la calle.

–¿Los piropos?

–Son una forma de hostigamiento sexual que se vende más bien como si fuera algo bonito y bueno para las mujeres, pero que en realidad no deja caminar libremente: usted va pensando en su trabajo y un hombre pasa diciéndole piropos y la perturba y la saca de lo que tiene que hacer. Es una forma de agredir.

–¿Aunque el piropo sea lindo?

–Claro. Si les dijéramos frases bonitas a ellos no les gustaría. Casi siempre cuando una acción es unidireccional, no es buena para las mujeres. Por otra parte, estamos viendo mucha violencia física y psicológica de parte de hombres hacia sus parejas, en el matrimonio, en los noviazgos, posmatrimonio. También muchos femicidios. En Guatemala las cifras son altísimas. Hay muchas mujeres que son violadas, torturadas y asesinadas por ser mujeres. La violencia contra las mujeres tiene generalmente un grado de ensañamiento erótico, por llamarlo de alguna forma. La trata y el tráfico de mujeres están aumentando muchísimo. Es un problema que difícilmente puede solucionarlo un Estado en forma aislada. Debe enfrentarse a nivel internacional.
Link a la nota:
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/sociedad/3-139002-2010-01-25.html

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